domingo, 26 de agosto de 2007

Discurso en El Palomar

Discurso efectuado por el Presidente del Club Berlín, con motivo de realizarse la reinauguración de la Plaza Plüschow (24/8/07):

Estimadas autoridades y diplomáticos presentes, estimadas señoras y señores:

Como presidente de una novel institución –el Club Berlín- que cultiva los lazos entre las ciudades hermanas de Berlín y Buenos Aires, es un honor estar presente aquí para homenajear una vez más a este pionero alemán, que es Günther Plüschow, el que ha fallecido en su ley cayendo junto a su inseparable amigo Dreblow en las frías aguas del Lago Argentino en Santa Cruz, y cuyos restos descansan en Berlín, ciudad en la que vivía y a la que amaba. Fue desde allí que difundió esas primeras filmaciones desde el aire de la Patagonia, que gozaron de un record de público, fue allí donde publicó todos los libros sobre sus aventuras. También fue en Berlín donde logró otro hito de la aviación: llevo el primer correo de Berlín a Weimar para la empresa aeronáutica antecesora de Lufthansa.

Es un honor para mi estar aquí en la cuna de la aeronáutica argentina, donde el Zeppelin hiciera una vuelta de honor especial en su única visita a la Argentina. Es aquí, en esta ciudad cuyas calles tienen nombres de flores y aviadores, o sea entre sus pares, donde es lógico que exista la plaza Plüschow. Personalmente amo este rincón del Gran Buenos Aires, donde viví, gocé una excelente educación en el colegio alemán cerca de aquí – el Colegio Ciudad Jardín o Gartenstadt Schule -, y donde en el Día de la Aeronáutica disfruté mi vuelo de bautismo en la base aérea de El Palomar.

Y así como dicen que no hay casualidades porque los grandes hombres son los que se forjan su propio destino, así fue que el objetivo de Gunther quedó claro ni bien de joven su mirada se posó en una foto de una remota ciudad en el fin del mundo, del otro lado de las postrimerías de la Cordillera de los Andes, de una belleza única, rodeada de mar y montaña: Ushuaia. Cueste lo que cueste, iría para allí.

¡Y cumplió!

Encaró la profesión de marino del imperio alemán, recorrió los mares, y sin estar satisfecho con ello fue de los primeros que sacó su brevet de aviador. Algún accidente en esa época casi le cuesta la vida. Feliz va a su destino a Tsingtao, una colonia alemana en China. Y allí lo sorprende la primera guerra mundial. Cumple una valerosa tarea de reconocimiento, y se convierte en el héroe de Tsingtao en Alemania sin haber tirado un solo tiro ni tirado una sola bomba. Escribe un libro sobre sus aventuras, que lo llevan de allí de vuelta a su patria pasando por Estados Unidos, por una prisión de extrema seguridad en Inglaterra, de la que logra escapar y llega felizmente como polizón a Alemania.

Después de 1918 sigue pacíficamente como marino y también como aviador, pero no le alcanza disfrutar con su fama.

Y abandona toda la seguridad económica, y logra sponsores para realizar sus sueños patagónicos. Cumple con todos: nos legó los libros y las películas que cuentan sus aventuras, y con ello la difusión masiva en Europa de la belleza de nuestra Patagonia, la que recorre con velero y avión de los de antes, con cabina abierta, sometido a los implacables vientos patagónicos, que no lo amedrentan.

El va en velero, la Feuerland (Tierra de Fuego), que tan destacada actuación tuviera en la guerra de Malvinas, porque no es suficiente aventura ir en barco como su avión.
Después de tormentas y aventuras, baja en varios puertos sudamericanos, entre los que la Reina del Plata (Buenos Aires) lo recibe también con los brazos abiertos y finalmente llega a Punta Arenas.

Con su ingeniero amigo Dreblow, como un mecano, arma pieza por pieza su avión según el libro de instrucciones. Y con velero y avión recorren toda la zona andina patagónica, filman por primera vez esas bellezas para que todo el mundo las admire, las describe en sus obras. Y realiza el primer vuelo y con correo entre Punta Arenas y Ushuaia.

Por fin alcanza su sueño de juventud. En Berlín es recibido otra vez como un héroe. Pero quedó prendado de tanta belleza y vuelve. Y en una de sus tantas recorridas encuentra la trágica muerte en cercanías del ventisquero Perito Moreno.

Aquí hizo infinidad de amigos, era abierto al mundo como somos los de Berlín y Buenos Aires, y en aquel 1931, en épocas de Saint Exupery y de Mermoz, que también merodeaban por aquí, dejó este mundo, pero quedó el legado y el recuerdo imborrable de su personalidad, que de paso también se ganaba varios corazones femeninos…

Aquí en Ciudad Jardín de las Lomas de El Palomar, cuna de la aeronáutica argentina, como en Ushuaia, como en Alemania, mantenemos viva su imagen, en el año que se cumplen 150 del tratado de amistad firmado entre Argentina y Alemania, como una prueba más de esta. Es otro de los alemanes que ayudaron a forjar la Argentina que tenemos, alemanes que como Ulrico Schmidl, primer historiador del Río de la Plata, que acompañó a Don Pedro de Mendoza en la primera fundación de Buenos Aires, siempre están y estarán en nuestro camino hacia nuestro fin trascendente…

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